viernes, 29 de abril de 2016

ÁMBAR, muestra de poesía y narrativa de Nora Patricia Aguilar Soto


(Nora Soto)



Nació en San Isidro Baja California Sur, el 20 de mayo 1971. Vivió en San Juanico hasta los ocho años, después se trasladó a La Paz y luego a Mazatlán Sinaloa; actualmente radica en la Paz.
Creció alimentándose con langostas, abulones, vino tinto, música de violín y guitarra.  A los quince empezó a crear historias y desde entonces sigue alimentando la magia y pasmándola en una libreta.
Estudió contabilidad por encargo pero prefiere las artes.
Ha tomado cursos y talleres de puericultura, pedagogía, artes plásticas, poesía, cuento, novela, lectura hospitalaria y lectura en voz alta.
Se dedica a organizar eventos, es mediadora de lectura e instructora de artes y manualidades.
Se describe como una mujer polifacética.   











ÁMBAR

Como un viajero en el tiempo
que atrapa las miradas,
tanta historia colgada en mi cuello,
que me convierte en su esclava.

Lágrimas de altas coníferas
sepultadas por un viaje eterno
arrastrada a los inmensos mares
llevando encapsulado el tiempo.

Resina fósil de pino
joya maravillosa
fluyendo sobre el espacio
llamada piedra preciosa.

Nerón se enamoró de ella
la adquirió para decorar sus manos
ambiciosamente la hizo suya
ante la mirada de sus esclavos.

Ligera, electrizante y dura
luz de los eternos soles
gota amarillenta
lágrima petrificada de los dioses

Piedra incrustada en un elemento químico
plata envejecida, fundida en un accesorio bello
brillante metal dúctil
extrañamente ahora aparece en mi cuello.








CUANDO LA TIERRA MUERA

Morirá toda mi alegría
morirá la luz,
el beso que te di ayer
y mis zapatillas.

Los paisajes verdes
y el amanecer,
tus ojos azules
y lo que me queda de placer.

Morirán las nubes
el atardecer y la noche,
tus botas negras
y tu coche.

Las mañanas frescas
con ellas el mar y los insectos,
la tarde en que te dije adiós
la cancha de tenis, los conciertos.

Morirán las uñas postizas, las cirugías,
y las marcas de moda,
la tecnología, los correos electrónicos,
y el intento de tener una hermosa boda.

La luna y el sol
y con ellos se irá nuestra favorita canción,
lo malo, lo bueno y lo bello
nuestras palabras y tu hermoso cabello.

Morirán las tiendas y el sexo
todo lo absurdo
también nuestro amor
tú, yo y todo el mundo.
                     
                                                                                



                                             El buque de la muerte


¡Cómo reí cuando me dijiste que romperíamos el silencio!.  La comezón de ser se sentía ya, el castillo era un buque olvidado en el tiempo; dueño de una cronología que un poeta desechó. No pude ni siquiera  preparar mis  miembros, todo estaba allí. La hora había llegado, el túnel de la vida se apagaba y dos velas se tragaban lo oscuro de mis cuencas  vacías; tus manos mortecinas rasgaban con prisa mi ropa; bebiste la sangre que brotó de mi herida.
Todo era extraño, ese rayo de luz que emergió de tu ombligo, el silencio ya roto por dos sonidos infrahumanos y las paredes del buque teñidas con sangre. Tu corazón era un reloj y no lo dijiste, tu vida una ilusión y no lo supe.
“El cadáver de una joven amaneció ultrajado en el viejo buque y unos restos metálicos brillaban bajo el sol que inventó el humano por miedo a la oscuridad” Decían los diarios.
Una noche más, nuevos gusanos y nuevas situaciones; un cuadro  antiguo colgado en la pared de caoba quiere hablar y pedir   justicia cuando  la noche  empapada en mar llega y se aleja toda posibilidad de salvación.
La saliva de una mujer brilla en cubierta, un marinero la mira, el cuadro se mueve. La navaja imprescindible  del tiempo devora los seres humanos.
Estatuas vivientes, muertos resucitados; la niebla se asoma y oscurece de nuevo, con tantos gritos se lava la sangre y la bodega se llena con fetos humanos. Nadie imagina que ahí conviven la vida y la muerte cada noche.
La gente sólo mira un buque naufragando a la deriva en un cuento de un poeta con las cuencas de los ojos vacías.


ODILE

Una furia que brava se asoma: desesperada se acerca, con su cabellera blanca, despeinada; tornándose poco a poco en un tono oscuro lejano. Viene pisando fuerte, con sus piernas locas que bailan cruelmente y sin compasión, como insultando una letra más del alfabeto.
 Recorre por encima de esos mares que se juntan enamorados entre sí, danzado frenético sobre ellos. Venenoso: agitando los vientos en su soledad. Girando, seguro de sí mismo, como asechando lo que mira. Golpea esa tierra que ni siquiera sabe qué hacer. La velocidad se marca y los noticieros anuncian: “Odile toca tierra” La fuerza del vendaval  alimenta sus ropajes de algodón.
Un giro embravecido de un bailarín que impulsa y azota sobre esa tierra, inerte península que lo ve llegar y se agacha, nadie sabe ni siquiera donde puede esconderse. Niños, adultos, meseras, cocineros, taxistas y camareras.

Su necedad no tiene piedad, golpea con la fuerza de sus brazos descontrolados en el frenético baile, guardando el eco de la madrugada. Cristales, palmeras, techos y postes de energía eléctrica se esfumaron. Quien lo recuerde lo hará toda su vida.
Esa pasión suya por destruir es como montar en el lomo de un tigre, dentro de su oscuro ojo. Su cabellera con un color ya ajeno: falsa calma, pausa y de nuevo gira; su descontrol sube de tono y su danza alucina,  furia húmeda acercando el agua de sus lágrimas ansiosas.
Cuánta gente levantando sus cruces y se alejan entre el lodo cálido; nadie sabe, no lo dicen, pero las casas están derribadas y la comida se ausenta, la precipitada multitud entra en pánico cuando la luz del aferrado sol intenta asomarse y todo ha pasado. Ya no hay cristales y los techos no resucitan. Algunos extranjeros piden clemencia, mientras que los niños tienen hambre y sed.

No hay refugio alguno donde no se sienta temor al nombre: Odile: el danzante frenético que ha dejado huella en los puentes rurales, las carreteras, los desiertos y montes que repiten su nombre sobre verdes hojas y cansados troncos.
La multitud asustada, derrotada, sin fuerzas, baja la mirada; luego se levanta, revive y valora su existencia.  


 LA DESPEDIDA

La tarde se sentía áspera y fría cuando me citó queriendo hablar. Me  saludó como si saludara a cualquier persona, como calculando el roce de su mano en la mía, un ligero beso en la mejilla me sorprendió pero no me extrañó, no cruzamos palabras.
El sol iluminaba la ventana de la fría habitación. Después, el silencio fue interrumpido por los brazos de un ciprés que acariciaba el cristal.
En mi cuerpo ya no habitaba otro presentimiento más que el final de nuestra relación.
            ¾Te escucho ¾le dije.
            ¾Seré directo y franco ¾contestó en voz baja como si las ideas en su cerebro se desacomodaran instantáneamente. Quisiera que quedáramos como amigos, ¿por qué? no  lo sé, creí que nada cambiaría cuando comenzamos la relación; pero ahora todo ha cambiado y no quiero mantenerte atada.
            ¾¿Qué fue lo que cambió según tu criterio? ¾cuestioné.
            ¾No sé, todo ¾dijo, Joaquín, como si no supiera sinceramente qué contestarme.
            Después sentí un intenso escalofrío en todo mi cuerpo. Comencé a recordar  aquella  noche, esa noche cálida en la que nos encontrábamos bajo la brillante luz de la luna, el sonido ligero del insistente mar, él, yo y una rosa roja.
            Caminamos por la orilla de la playa tomados de la mano hasta llegar justo donde el viento del pacífico meneaba con una ligera furia la casa de campamento; entramos en ella, nos miramos fijamente y nos abrazamos fuerte.
            ¾Te quiero ¾susurró.
            Me dio un beso tierno en la frente, luego en la mejilla, llegó a mis labios y pasó junto a ellos muy lentamente sus rosados los suyos, no resistí. Mi cara enrojecía, mi cerebro no pensaba y mi corazón latía fuerte. Lo besé. Comenzamos tiernamente, sin prisas ni tiempos; un reloj bloqueado y un segundero roto. Acercándose cada vez más, dos cuerpos totalmente juntos uno del otro, sin espacio que dividiera.
            Continuamos besándonos con pasión; tomó mi mano y la apretó con fuerza. La intensidad subió; sus dedos recorrieron todo mi frágil cuerpo, acariciando mi esbelta cintura, mis caderas y la espalda.
            Los atuendos cayeron, se deslizaron uno a uno, hasta que la desnudez nos sorprendió. Dos cuerpos por primera vez, conectados en mente y corazón; un capullo abriéndose a la vida. Las caricias se tornaron en un verdadero sentimiento de placer y locura, unos corazones agitados en un solo ritmo bailaban con frenesí.
            Vagué por varios segundos en ese episodio, sin darme cuenta de la realidad y regresé de mis pensamientos.
            ¾Te quiero mucho; jamás lo olvides ¾apenas si  pudo pronunciar.
            ¾Te amo tanto ¾le dije.
            Lo abracé fuertemente con lágrimas en los ojos; esas lágrimas que me quemaban el rostro. No existieron palabras de nuevo, y su mirada poco a poco se esfumó.
           








1 comentario:

urieless dijo...

Eres simplemente millonaria en tus valiosos pensamientos, que brotan directa y tiernamente de tu Alma... Eres así, sencilla, pura y eternamente bella, como ese dúctil collar de ámbar...
Te seguí leyendo, una e innumerables veces; línea por línea, palabra por palabra... hasta llegar a la emotiva e inolvidable Despedida. (Dicen que no son tristes, Cielito lindo, las despedidas; dile a quien te lo dijo -Cielito lindo- que se despida...)

Urieless

CASCABEL # 14

CASCABEL # 14
NUEVA EPOCA, MUESTRA DE LA LITERATURA QUE SE ESTA ARMANDO EN HERMOSILLO, TORREON, TIJUANA Y EN LA BAJA SUR.

POETICARTEL #4

POETICARTEL #4
ILUSTRACION DE JULIETA SANCHEZ HIDALGO, TEXTO DE FEDRA RODARTE HIRALES ---PROYECTO URBANO DE DIFUSION DE LAS LETRAS Y LA GRAFICA SUDCALIFORNIANNAS, EN COORDINACION CON EL ISC Y LA DIRECCION DE CULTURA MUNICPAL

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo

"CIUDADES IMPOSIBLES" obra grafica de Omar Murillo
--de la serie "ciudades imposibles"

--de la serie "ciudades imposibles"

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